domingo, 30 de septiembre de 2012

Oda al Genio

Hace unos cinco o seis años tuve la oportunidad de conocer a un genio. A-un-puto-genio, así con todo y guiones de división. Y, como todos los putos genios, éste tenía su carácter, muchas veces desesperante, otras incomprensible, pero la mayor parte de las ocasiones era un carácter peor que el del mismo diablo. Pero era SU carácter de genio. Y de hijo de puta, también.

De él crecí y de el viví durante esos años. Sé muy bien que muchas de las cosas que me hacen ser actualmente vinieron exclusivamente de lo que me enseñaba, sin embargo, jamás tuvo la voluntad ni la decencia de enseñarme cómo ser un puto genio yo también: el egoísmo siempre le pudo mas (al menos así lo pensé antes de caer en la cuenta de que no quería que yo siguiera sus mismos malditos pasos por otras razones). Muchas veces se burló de mí y de mis trece-catorce años, y muchas de ésas veces también estuve a punto de mandarlo directito a la fregada, pero si no lo hice fue por algo y hoy comprendo que tenía toda la razón de hacerlo. Yo todavía era un lobezno recién destetado que le jugaba a ser un huargo con años de experiencia. Y seguramente la manada me habría destrozado de no haber sido porque el Lobo Mayor tuvo a bien arrancarme la estupidez a dentelladas.

No recuerdo honestamente cuando fue que nos conocimos, ni cómo. Lo que sí recuerdo es al eterno amor de su vida -una chica preciosa de ojos verdes y cabello muy oscuro- y su obsesión por Pink Floyd. Me acuerdo mucho también de que le caía como patada al hígado que le dijera "no puedo", y también le mataba que le recordara una y otra vez que por más que se lo creyera, no era Dios y no tenía todavía derecho sobre los demás  Eso sí, jamás cometí el error de decirle "Bro, eres un genio", porque seguramente se lo hubiera creído y yo no habría logrado soportarlo lo suficiente como para entender que lo que hacia o decía no era por joder. Ahora me arrepiento de no habérselo dicho al menos una vez.

Les estoy hablando de una época que, si bien no parece lejana, para mí es como si hubieran transcurrido más de veinte décadas de aquello. Les hablo de días donde yo no me dedicaba al cosplay y no me interesaba (de hecho, seguro que si tal genio me viera ahora, se reiría de la vida mediocre y conformista que estoy llevando y me diría "bastardo, qué bajo has caído" ). De días donde yo sabía lo que quería pero no sabía cómo conseguirlo. De días donde todavía no tenía el disgusto de conocer a muchos y tampoco tenía el placer de saber de la existencia de muchos otros.De días donde estaba muy sola, pero no tanto como ahora. Días que ya pasaron, caray, pero no pasaron en balde, y no cambiaría por nada a pesar de lo ocurrido. Días buenos,pues. Muy buenos.

Regresando al tema central, puedo decirles que aun así, con todo y los defectos de este genio y con todo y sus noches de "el-mundo-me-vale-una-mierda-y-ya-puedes-irte-tú-con-él-también" es una de las personas que más he odiado y que más he amado en mi vida. Me enseñó, por ejemplo, que si no hay que llorarle a las ideas masacradas, menos hay que llorarle a un amor perdido, porque valen mas las ideas propias que las promesas ajenas. También me decía que no fuera imbécil y que no perdiera el tiempo escribiéndole a los demás si podía escribirme a mí mismo. Y muchas otras veces me reiteró que "no sigas mi ejemplo, cabrón, porque te vas a ir a lo más profundo del infierno si lo haces". De ahí que se me ocurriera forjar mi propio infierno personal, como el que muchos tenemos. Curiosamente, mi infierno era muy parecido al suyo.

Si se desapareció fue porque ya no toleró la vida de genio, y apenas comprendo sus razones. Hizo bien en largarse, pero hizo mal en no llevarme consigo. Supongo que también sus razones tuvo, y ahora, tras un tiempo de no saber nada el uno del otro, yo me decido a escribirle esto para que vea que al menos uno de los dos todavía recuerda al otro. Si se murió ahogado en alcohol, quien sabe. Si lo mató su propia sangre escapándose de las venas que le encantaba cortarse, tampoco lo voy a saber. Pero que quede claro que de nosotros todavía quedó uno, el alumno que nunca aprendió, la parte menos brillante de la dualidad, la copia que, tras años de intentos, por fin logró superar al original.


La genialidad cabía en menos de 1.60 centímetros, encapsulada en la figura de una mujer más hombre que cualquiera de los que yo conozco actualmente, y durante muchos años operó bajo el nombre de "Florencia" para el resto de las personas, "Pobre Diablo", para sus enemigos, "San" para sus amigos, y "Bastardete" para el único hermano no sanguíneo que tuvo: yo.




"Estamos aquí para luchar
Para dar lo mejor de nosotros en cada batalla
El dolor es inevitable
Pero es opcional
De ti depende, sólo de ti
Y rendirte jamás ha sido una opción honorable

FIRMES Y DIGNOS."